En mi hora más lúcida,
tuve un romance con mi propio sueño,
y entre mis días y mis noches,
me retorcí hasta desaparecerme,
en un cuerpo destrozado desperté,
como si no fuera el mismo,
nunca olvidaré ese instante.
Una última vez,
me vuelvo a ir,
pienso en no volver,
veo la luz del sol
y mientras me quema la piel
camino hacía él.
Oigo esa voz,
ese sonido,
no sabía que la oscuridad me hablaba,
estaba de rodillas,
y desperté,
no tengo nada
sólo quiero escapar.
Ahora que entierro lo que respiro,
inundo mi cabeza,
y me dejo caer hacía atrás,
lentamente me sumerjo
en la sangre que botó mi corazón.
Cuan largo tengo que estar?
para verlos huir.
Insignificantemente,
se lo llevó el viento,
seguí al hombre viejo
y me hundí lentamente.
Mariano Avilés Cisneros 13/06/2012
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